Es mentira que la COVID-19 no discrimina. 

La enfermedad, como sabemos, afecta más a hombres que a mujeres. Y el “quédate en casa” ha golpeado a todos.

Pero la pandemia le ha hecho mucho más daño a las mujeres que a los hombres. Y los daños son más profundos.

La COVID nos ha echado décadas para atrás en temas como empleo, salud reproductiva, trabajo de cuidado o el derecho a decidir.

Las mujeres embarazadas, por ejemplo, están muriendo por enfermedades que casi estaban superadas. Tampoco están teniendo sus consultas de seguimiento prenatal y, por ello, las causas de muerte materna que históricamente tenían registros a la baja, han crecido 30%.

Tampoco hay garantías para que puedan dar a luz conforme a derecho. El sector público decidió enviar a las mujeres embarazas a hospitales privados, pero éstos, dan casi como única opción la práctica de cesáreas y no de parto natural.

Y si miramos el campo laboral, en efecto, creció el desempleo en todos los sectores, pero de nuevo las mujeres han sido las más afectadas. Entre ellas, el desempleo se duplicó.

Además, hay un riesgo de que la mitad no pueda volver a trabajar porque sobre ellas recayó el trabajo de cuidado de los niños que toman clases en casa, de personas con discapacidad que dejaron de tener acceso a consultas y rehabilitaciones, de adultos mayores y de los mismos enfermos de COVID que permanecen y se recuperan en los hogares. 

Animal Político se unió al Observatorio Género y COVID-19 para revisar el impacto de la pandemia en la desigualdad de género. Y sí, a las mujeres nos va mucho peor que a los hombres.